Durante esta semana he tenido varias conversaciones con amigas que me han hecho plantearme una pregunta fundamental: ¿qué es lo que me diferencia a mí, matrona, de otro profesional en la atención al parto? ¿Por qué todos los organismos nacionales, e internacionales como la OMS dicen que las matronas somos el personal más adecuado para atender el parto de la mujer?
Leyendo esta tarde un artículo me ha llamado la atención un dato y a partir de este he podido responder a la pregunta que me rondaba estos días. El artículo hablaba de un estudio elaborado por Helzack en 1984. Según este autor: el 20% de las parturientas referían el dolor en el parto como irresistible; un 30% como severo; un 35% como soportable o moderado; y un 15% no percibían dolor.
Es cierto que este estudio se desarrolló hace ya bastantes años, pero en los 80 no estaba tan extendido el uso de la analgesia epidural, por lo que podríamos suponer que los datos relativos a la percepción del dolor son bastante realistas, ya que las mujeres parián sin apenas uso de analgesia durante el parto.
¿Cómo es posible que existan tantas variaciones individuales? A lo largo de todos estos años he visto a muchas mujeres parir, y puedo afirmar que en el parto hay un hecho
totalmente cierto: cada parto es único. 
Defiendo la tesis de que el 90% de la vivencia del parto depende de la psicología de la mujer y solo el otro 10% restante corresponde a la situación obstétrica general, es decir: características del embarazo, comienzo del parto, rotura de la bolsa, inducción, etc.
La mujer en el parto se encuentra con ella misma, con su propia esencia, no puede fingir lo que no es. Se sitúa delante del espejo de su personalidad, de sus miedos y de sus tabúes.
Así, si la mujer tiene confianza en ella misma, en su cuerpo, en su vida y en su destino, puedo afirmar que la vivencia del parto será positiva. Sin embargo, si se inunda de dudas en ese momento sobre su capacidad, su pareja o como afrontar su nuevo rol de madre, la vivencia del parto se volverá totalmente decepcionante y negativa.
Aun me sorprende, cómo existen tantos partos como personas hay en la tierra. Ante una misma situación cada mujer reacciona de manera totalmente diferente. A veces, partos que se desarrollan bien obstétricamente hablando, no son vividos de una forma positiva por la madre, y sin embargo, partos complicados, difíciles o adversos, son vividos de una manera totalmente satisfactoria, confiada y optimista por la mujer.
Esto fenómeno es lo que se conoce en psicología como la Resiliencia. La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia personal. Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés, soportando mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad para afrontar retos. Esa capacidad de resistencia se prueba en situaciones de fuerte y prolongado estrés.
En 1995 Grotberg añade otro matiz a la definición de Resiliencia: capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser transformado por ellas.
El parto transforma a la mujer. Defiendo por tanto, que la Resiliencia en el parto es determinante. Y, es más, afirmo también, que el único profesional actualmente en la obstetricia que es capaz de potenciar la Resiliencia de cada mujer en su parto, es la matrona.
Lo que más me gusta de mi trabajo es como el parto me permite ser observadora de la esencia de cada madre a la que atiendo. La mujer plasma en él su personalidad, sus principios, sus ideas, su relación con la pareja, sus miedos y los miedos de su pareja, su seguridad y sus dudas. Se encuentra ante ella misma y su biología, al desnudo, sin disfraz, sólo con su instinto.
Por tanto, desde mi punto de vista, ser o no una buena matrona no solo consiste en saber atender correctamente la mecánica del parto, esto lo conoce cualquier profesional de la obstetricia. Sino que consiste principalmente en saber canalizar todos los recursos psicológicos positivos con los que cuenta cada mujer. Potenciarlos, estimularlos, sacarlos a relucir, es decir, potenciar la resiliencia que tenemos todas las mujeres dentro de nosotras.
Sólo acompañando a la madre durante todo su proceso de parto: en la dilatación, en el expulsivo, incluso mucho antes: en la preparación al parto, se puede observar y sacar todo este potencial de cada mujer.
Es imposible realizar esta tarea atendiendo a una madre los minutos antes de su expulsivo, como ocurre en algunas clínicas de nuestro país donde la atención al parto no se realiza por matronas. El periodo de dilatación es fundamental, la naturaleza lo hace largo y paciente, el momento idóneo para canalizar todo este potencial psicológico y que la mujer viva el nacimiento de su hijo de una manera vital, única y transformadora.
Por eso afirmo, que el acompañamiento y experiencia que tenemos las matronas sobre la psicología del parto es lo que nos diferencia del resto de profesionales de la obstetricia.
Por lo tanto, si me vuelven a preguntar: ¿qué es lo que me diferencia a mí, matrona, de otro profesional en la atención al parto? Contestaré: somos el único profesional que hay actualmente en el sistema sanitario capaz de potenciar la resiliencia de cada madre durante el parto debido a nuestra labor característica y experiencia en la psicología del parto.